Le dejo hablar un poco más, le pido que me reserve una excursión en kayak para mañana y me voy con un puñado de mapas hacia el parque (aunque a ella le digo que voy al pueblo, para no frustrarla). De momento sigue sin llover, aunque amenaza. Llego al parque poco antes de las cuatro. Me pongo el anorak y la mochila, cierro las puertas del coche y se abren las compuertas del cielo, como se ve en la primera foto que tomo de un lago del parque.
Da igual, iré de excursión. El bosque está mojado (yo más) y a la vez precioso (yo, lo justo). A pesar de la luz amortigada de la tarde, todo brilla. Hoy descubro los árboles subidos a las rocas. Hay muchos, crecen sobre rocas a las que se abrazan con las raíces.
Sigo esta segunda excursión de agua. Llego al lago del pez, que me recibe con un chaparrón mayúsculo. Me tengo que refugiar bajo un abeto.
En el camino de vuelta amaina un poco y encuentro una verdadera escultura natural. Las raíces de un árbol muerto que crearon una jaula alrededor de la roca.
Llevo tres horas andando bajo la lluvia. Me vuelvo para el hotel. La lluvia no cede.





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